viernes, 20 de mayo de 2011

Aquí mi dispersión. Aquí Liniers, artista invitado.




Antes de la debacle –sí, lo sé, soy dramática, trágica, teatrera, coplera… ¿y? - de la semana que viene en la que este país pasará a ser oficial, y oficiosamente, de derechas, porque ser ya lo era pero ahora más, ahora con el descaro de los señoritos, los vencedores de la vida y el oropel, creciditos en la urnas, como los enanos del circo que nos crecen por doquier, hay que joerse que costumbre más tonta la de este país, la de este mundo. Y en verano la visita de no sé qué papa, un señor bajito con pasado algo turbio y cara de mala leche, que a mí me parece más de los de así en la tierra que en cielo, algo habitual en esos señores por otro lado.

Una juerga de ciudad la mía, ya os digo.


De lo de la kedada en la Puerta del Sol no hablaré aún. Tal vez lo haga cuando tenga idea de qué decir. Ahora mismo estoy perdida: no sé si dejarme llevarme por el entusiasmo de los cándidos con ganas, o por la desconfianza de una protesta que me parece inane y presta a ser deglutida. No sé, ya digo. Y me fastidia, procuro tener opinión, errónea o no. No es el caso.






Cada vez que quedo con mis sobrinos observo sus manos ocupadas y sus miradas idas. De nada sirven mis broncas, mis recriminaciones por lo que yo considero una falta de educación y un hábito más bien estúpido… así que intento entenderlo… ¿pero qué narices os contáis?




Siendo magnánima, y mucho, considero que el 90% de nuestros pensamientos al cabo del día son intrascendentes y por tanto el trasiego de mensajitos en su Facebook no puede ser muy enriquecedor, ni aun cuando lo intentaran. El mundo cercano reducido a un patio de instituto. Sólo me queda fulminarlos con mi mirada, una mirada que, como mis palabras, se pierde en el vacío que reflejan las pantallas (vacío: reflejo, porque las pantallas tienen por costumbre reflejar la propia imagen. Toda una metáfora real.)




No deja de sorprenderme que la comunicación con el que tienes más cerca se llene de ruido por un canal invisible y que la comunicación con el que está lejos no sea otra cosa salvo ruido.






Y una de arena, ¿o será la de cal? nunca supe cuál era la buena… en realidad todo se tranquiliza si pienso en la Feria del Libro, de la que disfrutaré el día 30 (largo me lo fiais pero no queda otra para contentarse). Me tomaré el día libre y saldré a disfrutar de lo que espero sea un día soleado y libros. Paseo, casetas, libros, cervecita, más libros y descanso en cualquier rincón de El Retiro para deleitarse con el olor de las páginas nuevas… mientras siga el papel, esa es otra, otro charco en el que hoy ya no me sumergiré. El traje de buzo gruñón comienza a tener grietas por hoy, ¿no os parece?





martes, 10 de mayo de 2011

¿Me alcanzas esos versos?




Bien pensado, es posible que Platón
no sea responsable de la historia:
delegamos con gusto, por miedo o por pereza,
lo que más nos importa.
Chantal Maillard




Ella – la poeta Chantal- habituada a los conjuros en sus poemas, que habla de fuegos y corazones oblicuos, que aprendió a crecer de la nada y no fiarse de las palabras, ni de sí misma, ni de ti, bueno, de ti sí, de tus ojos que reflejan las estancias por donde van nuestros pasos, aunque a ti no te conociera, ni hablara propiamente de ti, pero para eso estoy yo, para hacerlo, y confundir, de nuevo -ya, ya sé, no tengo remedio, amor- lo leído y lo vivido. Puedo jugar a ser ella, ¿por qué no? De momento nadie dijo lo contrario y estas son mis palabras, mi lienzo en blanco, la conciencia de la tarde, esta tarde que no encoge, los versos condensados en los cristales y yo los transcribo, del cristal al papel procurando no torcer su significado.


¿Ves?
Qué buen truco -me dirás- como todos los tuyos, bruja.


Esta tarde me quedo con esos versos. Pobre Platón, tampoco él es responsable de nuestra historia. Por eso hoy caigo en la cuenta: estamos obviando el ritmo de esta primavera. De sus pájaros abandonados. Aunque a veces nos salven los gorriones descarados que rebuscan entre nuestros pies los restos de migas que vamos dejando. Esos gorriones se nos parecen, ¿no lo has pensado nunca? O el vuelo loco de los vencejos en las últimas horas de la tarde, aturullados y confusos persiguiendo la comida.
Pero echo de menos los petirrojos que tienen por costumbre cruzarse en nuestro camino, pacientemente esperan a que lleguemos, lo sabes, no miento, y deben pensar que ya nos retrasamos. O buscar, en la tibieza más retirada del parque, donde no alcanzan los niños por temor a las sombras que forman los troncos y las hojas enredadas, al ruiseñor y su gorjeo. El silencio necesario entre su canto y tu abrazo, la octava perfecta. O el color de los verdecillos asomando, tan pequeños que hasta mi puño podría contenerlos como un membrillo fresco y temblón su tacto.

Pero aun sin primavera, aunque hoy no hubiera llegado porque tuviera los pies cansados, o las cebollas la hubieran hecho llorar, o cualquiera sabe, con tendencia a perderse en los balcones del invierno…


Tu mirada -sobre mí y el tiempo- plumón de todos los pájaros.




Fotografía de J.G. Mora