lunes, 24 de diciembre de 2012

Deseos


Feliz esto, aquello, lo de más allá. Feliz el intento, al menos. A todos.



Ilustración de Quino.


jueves, 13 de diciembre de 2012

Una de manzanas

Ando leyendo La mujer del prójimo de Guy Talesse, un reportaje periodístico sobre el comportamiento sexual en la sociedad norteamericana, y por extensión en gran parte de la occidental, en el S. XX antes de la llegada del SIDA. Aunque a veces sea complicado extrapolar muchas de sus costumbres fuera de EEUU por ciertas peculiaridades sociales. Y ese sentido de la moralidad y religiosidad extremo y capcioso que se traen entre manos.

Entre sus páginas leo muchas curiosidades, de esos datos que me fascinan, por ser reales al producirse pero que parecen inverosímiles al tener conocimiento de ellos. La manida frase la realidad supera la ficción, pues así. Forman parte de mis paradojas preferidas.

Curiosidades - ésta me la cuenta J.- como que la revolución sexual que se produjo en los años 60 tuvo mucho con ver con el descubrimiento y uso de los antibióticos, evitando las consecuencias en muchos casos mortales, de las enfermedades venéreas. Si algo contenía a la promiscuidad eran las bacterias y no una moral inflexible, muy a pesar de los bienpensantes. O el revuelo que produjo la aparición del informe Kinsey -un estudio acerca de los hábitos sexuales norteamericanos publicado a finales de los 40-, el que causó el que se ocupaba de los hombres y la censura directa que recibió el estudio sobre las mujeres. Era comprensible que el hombre, ser depredador y primario, tuviera sus desvíos en materia sexual aunque resultara chocante. No lo fue tanto descubrir que la mujer, sujeto etéreo y frágil, también los tuviera. La masturbación se descubrió en la investigación como algo mucho más común de lo imaginado, en los dos sexos. Al igual que las infidelidades y los escarceos homosexuales.

Las múltiples formas de censura para evitar la exposición a la pornografía y cómo fue evolucionando el significado que se daba a la misma, sus límites. O el Servicio de Correos ejerciendo una censura férrea sobre los contenidos de sus repartos protagonizando así el papel de censores a través de sus empleados. Imaginé entonces carteros con caras adustas y pertrechados de catapultas morales, me dio la risa. Libreros encarcelados por publicar determinados libros o autores, entre ellos Ulyses de Joyce, Mark Twain o Henry Miller. O Whalt Whitman que al publicar Hojas de Hierba fue cesado por obscenidad de su cargo en un departamento de Interior. Clérigos que se pasaban al lado oscuro y proclamaban las bondades de practicar el sexo y la inexistencia del pecado. Comunas nudistas que practicaban el amor libre ya a finales del S. XIX y el renacer de estas durante los años 60. Los comienzos y avatares de la fundación de Playboy por Hugh Hefner. Y decenas de personajes, interesantes, complejos, desquiciados, contradictorios… sin olvidar nunca el papel de la religión en todo este marasmo de conócete a ti mismo desde tus partes pudendas.

Y se me ocurre que así como el S.XX fue el de la visibilidad de la sexualidad, el S.XXI lo será por el de la visibilidad homosexual. Para normalizar no existe nada mejor que mostrar y convertir en manifiesto lo que durante siglos permaneció oculto. Y demostrar con ello que nadie será fulminado por un rayo por mucho que les pese a algunas mentes cerriles y asustadas.

Es posible que a veces pensemos que el sexo en la actualidad se ha convertido en algo tan banal e inútil que produce grima. Pero en cualquier caso por nada del mundo desearía retroceder en el tiempo y volver a aquellos. Si este era el precio a pagar bienvenido sea a cambio de que cada cual elija y disfrute sus maneras.

Aunque mejor no olvidar que ahora en el sexo el censor llega de la mano de la imagen. Un factor probablemente más arbitrario que el de una moralidad trasnochada y condenatoria… e igualmente dañino. 

¿O no?

Quizás.