miércoles, 11 de septiembre de 2013

Turner o el mar

Desde hace unas horas tengo grabada una pintura de Turner en mi cabeza. “Como cuando cierras los ojos tras mirar directamente al sol y las manchas que puedes ver, de un rojo intenso y amarillo en tus párpados cerrados”, así es la intensidad de los colores de este cuadro.

No trato de parecer snob, es que estos días estamos viendo unos documentales de la BBC que cuentan las vidas o los rasgos más interesantes de algunos artistas. De todos los vistos hasta ahora (Caravaggio, Bernini, Rembrant, David) el de Turner es el que más me ha impresionado y creo que la razón ha sido este cuadro. Tal vez, también, la idea preconcebida que yo tenía del pintor y que tan errónea ha resultado tras el documental. Turner pintó el cuadro en una edad tardía y obtuvo todo tipo de críticas negativas cuando no directamente burlas. Un hecho que no debió impresionar en exceso al pintor ya que que las siguientes pinturas continuaron en la misma línea: figuras y trazos cada vez menos definidos, una luz extraña y en ocasiones lúgubre, alejada del gusto burgués y de su propio trabajo anterior; como si jugara con el óleo y su ser grasiento, raspando los lienzos con una uña que se dejó crecer para tal efecto.

Al saber de esta actitud no puedo evitar recordar a Goya, o Rembrant, en los últimos años de sus vidas, la necesidad de seguir expresando sus visiones pictóricas obviando las opiniones ajenas, incluso como en el caso del pintor holandés, llevándole a la más absoluta ruina. Qué firme convencimiento, qué resorte de seguridad o visionario en su cabeza, qué sencilla o absoluta necesidad debe llevar a ello. Qué tres narices importa la opinión ajena.

Envidio esa firmeza y el coraje. En mí y en el tiempo que me ha tocado vivir. El riesgo. Esa rebeldía del artista, la persona, que lo es sin tratar sólo de parecerlo.Tal vez lo que suceda, es posible, es que nunca fuera tan rentable como hasta ahora estar asustado y procurar ser cualquiera menos uno mismo. 




El cuadro narra un hecho real en el que un mercader de esclavos lanzó por la borda a 136 de sus esclavos al mar, para asegurarse el cobro del seguro (muchos de ellos estaban enfermos y el cobro de la póliza estaba supeditado a que los esclavos murieran durante la travesía y no al llegar a puerto). Una historia que convulsionó a la opinión inglesa y que se toma como punto de partida en la protesta que llevó a la abolición del comercio de esclavos en la isla. Fueron lanzados con grilletes en las manos y en los pies. Todo un ejemplo de profesionalidad y rentabilidad.

Restos humanos, grilletes, peces monstruosos y aves voraces. Y colores que parecen partir el cielo con su vigor. Todo ello habla del posicionamiento de Turner ante el tráfico de esclavos. Y marca el inicio de la pintura contemporánea.

Pero son el rojo y el amarillo, ese mar partido en dos y la fuerza. El estremecimiento.