viernes, 24 de enero de 2014

Las camisas de leñador parecen hechas para él





Yo te di huesos
anclas pequeñitas
para que te encallaras en la sal de las puertas
y dije las palabras que así existen
filtros de Melibea
brujas líquidas
o la voz fuerte de Rilke el poeta:
                                                         retenle
sí, retenle.



Blanca Andreu. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"




sábado, 11 de enero de 2014

De servir los argumentos


La primera mañana del Año decido bajar de la cama con una modalidad distinta a la del pie adecuado: bajo apoyando las manos, haciendo el pino. Una vez incorporada, la resaca no ayuda mucho al retorno del mundo a su sitio pero me digo que es un buen entrenamiento para el año que se nos viene - hay quien dirá que simplemente llega, allá cada cual y sus creencias. Y a pesar de todo - de mis presentimientos realistas digo- el año de momento no se porta mal. La primera película A propósito de Llewin Davis ha abierto la temporada de cine de forma más que notable. Los Coen nunca me defraudan, o casi nunca, todos tenemos nuestros días. El libro con el que inicié el año también me ha sorprendido La escoba del sistema de Foster Wallace. A pesar de mis reticencias hacia el autor gurú de las postmodernidades todas y terminado de encumbrar tras su suicidio, o de tratarse de su primera novela y por tanto la idea preconcebida de un escritor esbozo, disfruto con la novela y supone un reto el seguir con ella: me hace reír, me cabrea, no sé si me está tomando el pelo ni adivino dónde quiere ir a parar. Aunque parezca contradictorio provocarme todo eso, la forma como lo hace es lo que me convence. Lo paso al altar -pagano siempre- de los autores a los que volver. Al menos a un paso de ellos. Y nos queda la música, música nueva. J. está en fase experimental, rebuscando en listas extranjeras que resumen lo mejor del año. No todas aciertan pero llevo dos semanas tarareando descubrimientos, Jake Bugg y Kacey Musgraves de lo mejor. Sin olvidar bandas sonoras, la de la película arriba mencionada va en cabeza de momento. Adivino un año de sorpresas musicales, cuando J. se pone, se pone. 
Pero volvamos al día 1, tras colocar el mundo en su sitio -desde el punto de vista de mi equilibrio corporal, poco más, nada de milagros-nos reunimos a comer con la tribu. Apenas hace unas horas que nos hemos separado pero jalean el reencuentro como si hiciera semanas. Mi malestar físico no me permite disfrutar del todo con la fiesta, otra. Pero me adormezco en el sofá amarrada al pensamiento del no tener que pensar una vez que he comprobado que están todos a mi alcance, a un tiro de mano. Incluido el nuevo sujeto del clan, recién estrenado que, como no podía ser otra, disfruta yendo de mano en mano, trajines van y vienen, cosquilleado y estrujado. La adaptación al medio funciona en él a las mil maravillas. 
Y sin embargo no sé mucho de dosmilesnoséqué, no me pregunto en exceso aunque a veces desde estas letras lo pareciera, sé que cada mañana trastocada o no, haciendo el pino puente o la lombriz, lo que sea o lo que toque en ese despertar y a pesar de todo o nada, me desperezo con la imagen de mi misma recostada en una enorme pared, manos en los bolsillos y respirando satisfecha, llena en la acera del sol. Eso sólo a cambio de darme la vuelta y encontrarme con él y su mirada risa.

Y no sé si era de esto o no de lo que quería hablar, nunca lo sé pero las palabras se llevan unas a otras de la mano, correderas, por vías que son las mías hasta que salen, aquí fuera, y ya no son mías. Ahora ya no.