viernes, 21 de marzo de 2014

Cada quién empieza la primavera a su antojo

 Me consta que tus hijos Boris y Yuri
 están en tratos con M Guinnes
 para que dé fe de mi liderazgo
 en la confección de zumos de naranja
 y desayunos contundentes, 
cuatro y el mío, cinco. 
La casa ha devenido pues
en una instalación de amor, 
Cupido, certero, 
y Venus, abundante.

Me he permitido la libertad de reproducir aqui este texto y contaros su historia. Espero no ofender al autor, de ser así, de dar con este texto y sentirse molesto, bastaría con ponerse en contacto conmigo para eliminarlo en el acto. Si existe una ley no escrita debería ser la de ser respetuoso con las pruebas del amor ajeno. Queda dicho pues.

Desde hace veinte años el autor de estas palabras publica una esquela en El País por estas fechas. Año tras año y tras la muerte de la que fue su compañera. En ellas siempre da cuenta de la vida cotidiana con sus hijos y sin ella -cómo nos va desde que tú ya no- en un tono que desprende sonrisas y amor, nostalgia pero no tristeza y un dar cuentas del día a día con la extrañeza de su falta pero humor. Esa singular contradicción que se produce en la cabeza y en el corazón al trascurrir el tiempo de nuestros muertos, que aleja el dolor y la pena pero nunca el amor que sentimos por ellos. Intacto porque se pierden las pequeñas afrentas que producen los días, si las hubo, y permanece sólo el sentimiento. El mismo que te hace esponjar al pensar en ellos y ensancha el presente: ahora, en él cabes tú y los que se fueron.

De muertes de seres queridos y jóvenes sé más de lo que me hubiera gustado saber, de lo que por lógica biológica -de existir eso que nanay pero mira qué empeño ponemos en creerlo, incluso yo después de lo aprendido- me correspondería. Así que el año que me encuentro con esta esquela no puedo evitar sonreir y recordar que la primavera sigue,  también para mis muertos porque su pertenencia va conmigo y ya me ocupo yo de que les llegue. Es, tal vez, una resurrección chiquita, como de andar por casa o enlatada, qué queréis, pero ahí está y es mía. Momentánea y llena.




¡Feliz primavera a todos!

Imagen cortesía y regalo de J. G. Mora

viernes, 14 de marzo de 2014

Si dijera a las trincheras

Como quien dice, muere el poeta Leopoldo María Panero, Cuentan que la Bella Durmiente nunca despertó de su sueño, y pienso que como en sus versos él ya no despertará y no debiera parecerme mal, creo que en ocasiones la muerte pone más que quita al muerto, a la manera de True Detective y el policía nihilista que arrastra su amargura y lucidez -póngame mitad y cuarto que a veces pienso igual-. Pero quien pierde es el vivo y en este caso, muerto el poeta, soy yo la que despierta del sueño y sé que nunca más sus versos. Y es que mis ganas de poesía transitan por un país de pocos poetas actuales que logren lustrarme las canciones. 

Como quien dice, se va Rouco, no de la misma manera pero para el caso, y de este no me importan ni su sueño ni sus versos en forma de homilías de poetastro desgraciado que no maldito. Que lleves tanto infierno como arrastras en ti. Así sea.

Como quien dice, preparo comistrajos de libros que de momento no se me indigestan. Sigue mi racha de lecturas al rescate y entre de Fran de Walls y sus primates, El simio y el aprendiz de Sushi – de nuevo pero distintos estos simios, enredados en conceptos como Cultura, qué y cuándo tratándose de animales- y Los hermanos Karamázov del magnífico ruso -con sus idas morales y dobleces humanas, que no transcurre el tiempo pareciera- paso mis tardes tan ricamente a la bartola de cojines, letras y la gata Una hecha un ovillo sobre mí, entusiasmada con nuestra galbana todavía invernal. Luego llega, vía Amazon, La Novela de Ferrara del escritor Giorgio Bassani. A descubrir y relamiéndome, dudo que me defraude.

Como quien dice, también seguimos en racha, ésta ya en plural, de series británicas. Vemos Inside nº 9, comedia que deriva en humor negro, muy negro a medida que transcurre la historia y con sorpresa mazazo final. No todos los capítulos mantienen el listón alto pero hasta los medianos ya son suficientes y casi aplaudes.

Como quien dice, la nueva soplapollez colectiva: el Selfie. En fin, el autorretrato de toda la vida pero en versión S.XXI punto memo. Cuentan que Tolstoi renegaba de los progresos tecnológicos de su tiempo y yo cada vez me siento más señor barbudo retirado del mundanal ruido, teclas mediante, ludita de mi siglo estampanando cachivaches contra el suelo y las paredes.

Como quien dice, dicen que dijo Chesterton: lo que da esplendor a cuanto existe es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina. Esperemos siempre esa vuelta y su esquina. Que no falten aunque tras la esquina, la mayor parte de las veces, sólo nos espere la vida a secas, celestina de nuestras variadas y confusas prostituciones.

Perdón, como quien dice, quise decir concesiones.